Los pueblos indígena de Panamá y de América Latina, desde época coloniales, han padecido de una larga historia de racismo, discriminación y exclusión que les ha dejado al margen de las sociedades dominantes hasta nuestro días, en los cuales existen o están insertos, por esta razón encaran grandes dificultades para mantener y formular sus propios modelos de desarrollo y bienestar y, por consiguiente, la pobreza y exclusión les afectan de manera desproporcionada. Bajos los principios básicos de universalidad, igualdad sin discriminación, los pueblos y comunidades indígenas tienen derecho a la gama completa de los derechos enunciados por el Derecho Internacional.
Estos pueblos, de origen milenario, tienen culturas y cosmovisiones distintas y únicas y sus necesidades actuales y aspiraciones para el futuro pueden diferir de aquellas poblaciones dominantes, su igual valor y dignidad no solo de sus derechos individuales, sino también de sus derechos colectivos como grupos distintivos o diferenciados del resto de la sociedad mayoritaria.
Esto ha llevado a la formulación de un conjunto separado de instrumentos internacionales para el reconocimiento y protección de los derechos de los pueblos indígenas sin racismo y discriminación. Estos derechos pueden materializarse de manera significativa, cuando se afirman colectivamente.
La discriminación hacia los indígenas panameños, que se sustenta en la construcción y en la trasmisión de una serie de prejuicios, creencias, comportamientos y estigmas devino en la segregación espacial. Situación que generó la exclusión de estos pueblos originarios de la vida económica y del desarrollo de nuestro país y a la larga fueron excluidos de los servicios públicos, entre ellos la salud, educación, vivienda, así como en la participación en la estructura política en la cual se incrementa la desigualdad social.
El racismo y discriminación racial en nuestro país se han convertido en factores denigrantes e injustos, que necesariamente tienen que ser tomados en cuenta para su erradicación en las políticas públicas y de manera especial incluir este tema como asignatura en los sistemas educativos desde la etapa inicial hasta universitaria.
La sociedad panameña, en su mayoría, es criolla o mestiza, porque está constituida por un 40% de genes indígenas, 35% de origen afrodescendientes y el resto, en pequeños porcentajes, por inmigrantes caucásicos (blancos, de origen europeo); estudio realizado por la Universidad de Panamá (Instituto D.N.A. del Genoma Humano). Sin embargo, los panameños (as) practican en su manera de proceder público la discriminación con los indígenas, afrodescendiente y otros grupos, a quienes les dan un trato desfavorable, porque pertenecen a categorías sociales erróneamente creadas y consideradas inferiores. Esta exclusión y discriminación institucional a los pueblos indígenas en la educación, salud, trabajo y la participación económica y la faltas de oportunidades, está trayendo como consecuencia un marcado aumento de la pobreza, marginación y no se vislumbra un futuro halagador a estos sectores panameños, si no se toman medidas administrativas y legislativas por parte de nuestro gobernantes.
Por otro lado, igual historia, sufrimiento, racismo y discriminación han tenido que vivir y padecer los afropanameños, desde el periodo de la esclavitud y la trata de esclavos, en particular la trata transatlántica fue de tragedias atroces en la historia de la Humanidad. No solo por su aborrecible barbarie, sino también por su magnitud, su carácter organizado y, especialmente, su negación de la esencia de las víctimas.
La trata transatlántica de esclavos constituye, y siempre debería ser considerado así, un crimen de lesa humanidad, y es una de las principales fuentes y manifestaciones de racismo, discriminación racial y otras formas conexas de intolerancia.
Panamá y los países latinoamericanos tienen que reconocer la enorme deuda histórica con los hombres y mujeres arrancados por las fuerzas de sus tierras para ser traídos y ser convertidos en esclavos explotados y un poblamiento forzado, mediante el mayor traslado de seres humano esclavizado de la historia desde África. Ser descendientes de esclavos, fue una marca y descrédito para las víctimas, y no para los victimarios, protegidos por un manto de olvido.
Lamentamos que los efectos y la persistencia de esas estructuras y prácticas se cuenten entre los factores que contribuyen a las desigualdades sociales y económicas existentes todavía en muchas partes del mundo de hoy. La xenofobia contra los no nacionales, en particular los migrantes, refugiados y los solicitantes de asilo, constituye una de las principales fuentes de racismo y discriminación contemporáneo, y de las violaciones de los derechos humanos cometidas contra los miembros de estos pueblos o grupos humano.
Es necesario señalar y prestar atención especial a las nuevas manifestaciones de racismo, discriminación racial, xenofobia y todas las formas conexas de intolerancia a las que están expuestos los jóvenes y otros grupos humano.
La pobreza, el subdesarrollo, la marginación, la exclusión social y las desigualdades económicas están estrechamente vinculados con el racismo. La discriminación racial, la xenofobia y otras prácticas conexas de intolerancia contribuyen a la persistencia de actitudes racistas, lo cual está generando más pobreza, marginación, exclusión y falta de oportunidades por esta nefastas prácticas.
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